Pues esa es la iniciativa de los grandes almacenes, que se
ha propuesto como máxima para este 2013 “celebrar la tranquilidad, ver la
belleza en funcionamiento y encontrar la calma entre la muchedumbre”. Y TODO
esto mientras compras maravillosos productos de la sección De-Branded Design en
su exquisita y minimalista Quiet Shop, después de haber reflexionado largo y
tendido en la Silence Room.
He de decir que para gustos los colores y que yo,
personalmente, no me veo desprovista de esa saturación publicitaria, del ruido,
ni del estress que supone ir de compras. Probablemente, a veces apetezca más
hacer "inversiones de nuestro capital" de una forma más pausada pero,
a mi parecer, no tiene por qué implicar una meditación suprema (¿para eso no
está el yoga, los retiros espirituales y ese tipo de cosas?); y otras, en
cambio, ansiamos perdernos entre la gente, buscar entre múltiples prendas
nuestra talla, aguardar la cola (por ínfima que sea) y, ¿por qué no? dejarnos
seducir por el apasionante mundo del merchandising.
Este punto de vista (¡¡PERSONAL!!) no tiene como objetivo
desmerecer la iniciativa de Selfridges ya que, lejos de seguir la corriente
comercial ha optado por buscar nuevas formas de atraer a compradores
potenciales, prescindiendo de todo aquellos que consideramos parte de ese
mundo. Es, ante todo, una nueva forma de ver el mundo de la venta al por menor.
¿Por qué no probarla?
Como era de esperar, las marcas que se han sumado a esta
iniciativa, más allá de ser variadas (desde cremas de La Mer a tomate ketchup
Heinz) son ediciones limitadas de las mismas. De ese modo, unos simples Levi's
(de-branded) se convierten en una exclusiva prenda "alternativa" (y
muuuuuuuy silenciosa).
Al fin y al cabo, pura estrategia comercial.
Brindo por ellos con mi té y, sobretodo, por Harry Gordon
Selfridge, promotor de la idea allá por 1909. Porque como dicen en S Moda (El
País): "Silencio, se compra".
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